Todas las chicas que se dedican a la noble tarea de ser “acompañantes Vip” (por ejemplo, las escorts profesionales de Caballito) harían muy bien en conocer el pensamiento vivo de una colega que, desde la nada misma, amasó una considerable fortuna.
Su buen criterio le permitió retirarse lo suficientemente joven y en buenas condiciones. Y cumplir anhelos postergados: estudiar cine, seguir la carrera de psicología, y formar una familia.
“No odio a los hombres. No soy una víctima del tráfico de personas. Nunca he sido violada, o drogada, ni he hecho porno. No soy una adicta. Nunca he tenido un proxeneta”, dice de sí misma. Son extractos de en un largo y revulsivo artículo que publicó en el famoso sitio de post “Medium“. Es decir, que “victimizarse” nunca estuvo en sus planes. Y no se queda ahí: “Soy una mujer de negocios. Hice lo que los políticos de este país siempre animan a los inmigrantes a hacer: Trabajar duro, perseguir las oportunidades, explotar tu talento, y ajustarte y adaptarte a la nueva economía mundial”.
Un poco de contexto
Se trata de una ya ex escort conocida como “Svetlana Z”, nacida en Rusia, que ha expuesto su vida y estrategias empresariales en un denso relato en primera persona contando su trayectoria. Desde el pequeño pueblo de Chelyabinsk, del que salió a los 19 años con apenas 300 dólares, a Nueva York, donde ha conseguido ahorrar y tener una vida de alto nivel.
“El sexo es sexo, pero el dinero es dinero” es el título de su artículo. Con ese lema ha guiado su trabajo; no confundir las cosas. Luego de su salida del pueblo ruso que la vio nacer, desembarcó en Brooklyn. No sin cierta desilusión con lo que iba encontrando, comenzó a trabajar como masajista en un establecimiento de dudosa fama. Aprendió el arte de los masajes con “final feliz”, y luego de que la despidieran al cabo de dos meses, montó su propio negocio junto a una compañera.
Good times
En poco tiempo, la fortuna les sonrió, y llegaron a estar entre las escorts y masajistas mejor pagas de New York. Entonces, Svetlana (que rápidamente dejó de limitarse a los masajes y daba prestaciones más “completas”) inventó dos personajes: Angelina, que se promocionaba como “dulce, inteligente y divertida”, y cobraba 800 dólares la hora. Y la tímida Anna, una europea amante de los viajes de lujo, con un costo de 900 dólares cada hora.
La prosperidad estaba a la vuelta de la esquina, y llegó. Pronto cobraba 2000 dólares la hora a parejas, y aumentaba sus tarifas a voluntad.
“Si quieres ganar dinero como escort, es mejor que entregues algo especial. Hice parejas, ofrecí juguetes, juegos de rol y sado, etc. Sobre todo, brindé comprensión. Incluso para los hombres que me contratan durante tres o cuatro horas, el sexo suele durar unos 15 minutos. Es el entendimiento y la escucha es lo que están comprando”, pontifica, y con razón.
Para que escuchen las escorts profesionales de Caballito
Tiene una larga serie de consejos que toda chica escort debería oír cuidadosamente. Aquí reproducimos tres que nos parecen relevantes.
#Para ganar dinero, hace falta gastar dinero
Si llegó al 1% de las escorts mejor pagas de EE.UU, fue por invertir en sí misma. Cuenta que gastó dinero en publicidad, en fotógrafos profesionales, en promocionar su anuncio en páginas de contactos, por cifras de hasta 4.000 dólares al mes. Y en un departamento para ella sola, de 3.000 dólares mensuales, en Manhattan.
#Trato delicado y discreto
“Nunca preguntes al cliente por su familia, no porque sea inapropiado (la mayor parte de ellos habla de ella sin que se les pregunte). Si no porque es fácil entristecerlos. Y no quieres un cliente triste“, recomienda.
#Encajar en el estereotipo
Sus “personajes” Anna y Angelina coinciden en una vaga idea de lo exótico, pero sin nacionalidad. Dice en el artículo que todos tenemos en nuestra cabeza los estereotipos sobre cada región del mundo. Las sudamericanas son ardientes, las rusas son frías y las americanas son divertidas. Entonces, convirtió a Angelina y Anna en “mujeres bellas y misteriosas, cosmopolitas, pero incapaces de decirte de qué parte del mundo provienen”. Y que el cliente lo adivine. La clave se encuentra, simplemente, en encajar en el estereotipo.