Una acompañante VIP de Caballito estaba pensando seriamente en aceptar criptomonedas como forma de pago. Y comenzó a averiguar al respecto. Entre la mucha información que pudo recabar (es lo que sobra) le llamó la atención un concepto: los NFTs.
Quiso profundizar en ello, porque entendió que tienen muchas utilidades. Y es verdad. Cuando en no más de 5 a 10 años el “metaverso” sea tan habitual como hoy lo es Internet, todo tipo de bienes y servicios se intercambiarán allí utilizando los NFTs como forma de pago. Son aplicaciones sobre Blockchain, y serán indispensables en esa “WEB 3” que se nos viene encima.
Es que son el medio idóneo para transmitir valor en entornos virtuales. Y ya se usan para garantizar el derecho de propiedad intelectual de las obras de arte digital. O como sistema de trazabilidad en el comercio internacional. Y cuando el “sexting” como lo conocemos hoy (el profesional, claro) se traslade a esos entornos inmersivos, todo se cobrará y pagará con los NFTs.
Nuestra curiosa acompañante VIP de Caballito también se enteró de qué…
Hoy ya es una forma de validación de propiedad sobre activos varios. Permite certificar y transmitir valor de una manera antes imposible. Mediante una “billetera digital” como esas a las que cualquiera pude acceder de manera gratuita, podemos certificar nuestra propiedad sobre cualquier cosa que entendamos que nos pertenece. Desde una pintura de autor hasta una simple imagen en formato JPG. Lo que se nos ocurra. Es muy importante si vemos que, en cuanto obras digitales, podían ser reproducidas cuantas veces se le ocurriera a quien quisiera, con o sin anuencia del creador. Ya no.
Y también serán de uso ineludible para pagar servicios personales. Por ejemplo, los de una acompañante VIP, sea de Caballito o de cualquier punto del planeta.
Todo muy lindo, ¿pero QUÉ son?
Los famosos “Tókenes No Fungibles”, entonces, son pequeñas piezas de código, generalmente escritos en el lenguaje “Solidity”. Se trata de “Smart contracts” o contratos inteligentes, que facilitan certificar una propiedad sobre un activo. Si se decide transmitir la propiedad de eso a otro/s, el programa predeterminado lo certificará sin necesidad de que intervenga un tercero (escribano, banco, agente bursátil, etc.).
Y recurrimos aquí al ejemplo más reiterado: La Gioconda es una sola, la que está en el Museo del Louvre. Tiene millones de reproducciones que pululan por el mundo, pero la original es solo una. Ahora, con los NFTs, se podrá certificar la propiedad de un activo “digital” y, por lo tanto, tranzarlo a voluntad, olvidando el “cute & paste” que lo hacía reproducible hasta el infinito y más allá. Puede copiarse, sí, pero el original es uno solo. Tal será el modo de transmitir valor en la Web 3.0. Y por ende en el Metaverso de nuestros desvelos.
Entonces, una escort VIP, por ejemplo, podrá poner a trabajar a su avatar en un entorno completamente virtual, y recibir el pago con un NFT (cuyo valor fijará ella). Luego podrá cambiarlo por criptomonedas. Y conservarlas o venderlas para obtener dinero “Fiat” (billete$).
Y así con todos los servicios que puedan imaginarse. Nuestra entusiasta amiga ya está colocando sus propios NFTs en los “market places” especializados en el intercambio de estos “criptoactivos”. Pero eso merece un artículo aparte. Lo haremos pronto.